lunes, 12 de diciembre de 2011

La caza del gitano a las afueras de Turín

La muchacha, de 16 años, contó en su casa que unos gitanos le habían robado la virginidad. Su hermano mayor, confirmó el relato: “Fueron dos. Uno llevaba una sudadera gris. El otro tenía una gran cicatriz”. La historia se expandió por el barrio de Vallette. Los vecinos decidieron manifestarse contra el suceso. Al principio, pacíficamente. Luego, con gritos y piedras. Al final, un grupo de hinchas con insignias de la Juventus se hizo con el control de la protesta y avisó: “Los niños y las mujeres, a casa. Vamos a cazar a esos gitanos”. Ya era de noche cuando las chabolas empezaron a arder.
 

Y ya era tarde, cuando Susanna –nombre ficticio que utiliza la policía para referirse a la menor— y su hermano decidieron contar la verdad. Lo hicieron porque la mentira apenas aguantó las primeras preguntas de los Carabinieri. La muchacha había perdido la virginidad, pero no por la fuerza ni con un inmigrante rumano, sino de buena gana y con un amigo de su misma edad. Se inventó el estupro, ayudada por su hermano, por miedo. Miedo a los padres, tan obsesionados con la virginidad de Susanna que con frecuencia la llevaban al ginecólogo para que certificara su “pureza”. Y miedo a la abuela, a quien la adolescente había prometido llegar virgen al altar.

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